Proyecto Voy



El proyecto que ahora anuncio es el fruto de una coyuntura social y económica, y de la vieja necesidad de abandonar el escritorio para demostrar con acciones la fuerza de las palabras.
A continuación, adjunto el texto que se publicó hace unos días en la web de Alfaguara e introduce a los porqués del proyecto. Después, añado algunas particularidades sobre cómo se desarrollará. Y al final recibirás una invitación. Esto es el Proyecto Voy.



“Desde que publiqué mi primer libro en 1999, hay dos momentos en los que de algún modo he comprendido que algo había cambiado en mi relación con la escritura. Uno fue en 2005, después de presentar Una España inesperadaPara entonces había conocido algunas partes sucias de las industrias periodística y literaria, intentaron censurarme un libro, me colgaron diversas etiquetas... pero lo más importante de esa fase es que no dejé de escribir intentando demostrarme que yo era lo que intuía, al margen del ruido de fondo. De modo que siempre escribí. Y leí. Escribía. Y leía. A veces viajaba. Y escribía.
Necesité cinco libros para convencerme de que merecía aquella palabra. Es difícil explicar cómo ocurrió, pertenece al ámbito de las sensaciones, pero, resumiendo, diría que después de casi una década de concentrada búsqueda noté que al fin me expresaba tan tenso como tranquilo, libre de muchos complejos, con una agilidad espiritual que repercutía en el golpeo de las yemas de los dedos en las teclas, en el deslizarse del boli sobre el papel. Y así fue como un día, por primera vez en mi vida, ante un formulario aduanero que requería mi profesión, contesté: writer. O écrivain. O escritor. Ahora no recuerdo el aeropuerto.
Literariamente, la nueva época arrancó con Sudd, y mi fichaje por la editorial Alfaguara. Sudd es una novela basada en un viaje por el Nilo. Después he seguido abordando los viajes desde un punto de vista clásico -Los mares de Wang-, el periodismo literario -Sólo para gigantes- y la vanguardia -En la Barrera, que editó Altaïr-. En este tiempo resultó habitual que al final de las presentaciones de cualquiera de los libros alguien me preguntara por mi recorrido como escritor y viajero. Un día me planteé cómo podría ofrecer una respuesta literaria sin subirme a la tribuna del ensayo, en la que me cuesta sostenerme, y así ideé este Voy en el que vengo a contarme un poco desde el enmascaramiento de la ficción.
Al terminar esta novela sabía que estaba cerrando otra etapa. La segunda de mi vida entre letras.

Voy es la culminación o la deriva de una especie de pentalogía involuntaria que pivota entorno al viaje, y digo involuntaria porque sólo detecté su unidad a partir del cuarto libro. En Voy trato de explicar la trayectoria de alguien que sobrevive a fuerza de literatura y viajes, sin dinero propio pero creyendo, a veces insanamente, en la posibilidad de sacar adelante un proyecto. También se habla de amor, de fantasía, de menosprecios y ruindades, si bien lo que despunta sobremanera debido a su fuerza imbatible es la fe, los sueños, el ideal por el que vale la pena luchar y que me ha traído hasta aquí. En Voy trato de perfilar a un hombre, indagar en cómo evoluciona su alma mientras China, Australia, India, Nueva York, Andalucía o Italia giran entorno a él. Mostrar que lo que esculpe el mundo es un hombre. Eso es lo que se impone, lo que cuenta. El hombre”.

Aquí viene cuando se cuenta en qué consiste la acción:



Por eso, con motivo de la publicación de Voy, estaré en algunas ciudades españolas conversando con otras personas. Personas que “van”. Personas dispuestas a defender proyectos e ideales y que se siguen batiendo por ellos pese a las muchas dificultades que enfrentan. Así, en Valencia compartiré conversaciones con miembros de distintas asociaciones para salvar el barrio de El Cabanyal; en Doñana, preservadores del lince ibérico comentarán la actualidad de este simbólico animal del que tan poco se sabe hoy; en Cádiz, flamencos de distintas épocas explicarán qué significa ver en la voz o la guitarra una tabla de salvación, se abordará una original idea para enseñar la ciudad a los visitantes y una curtida periodista propondrá una fórmula para higienizar un poco -y desde la sociedad- el mundo de la información; y en Burgos compartiré charla con vecinos del barrio del Gamonal, con miembros del colectivo Tierra de Lara y responsables del ya extinto premio de literatura de viajes Camino del Cid.
Las experiencias tomarán forma de crónicas que serán publicadas digitalmente, aunque alguna llegará al papel. Además, a través de twitter y facebook iré dejando pistas sobre las conversaciones, las personas y los territorios que vaya encontrando. Si estás cerca de donde se va a celebrar alguna de las charlas y te apetece asomarte, éstas son las fechas programadas:


24 de marzo a 19:30, en el Ateneo Marítimo de El Cabanyal.
26 y 27 de marzo estaré en Sevilla y Doñana, aunque aquí no se celebrará ningún acto público.
28 de marzo, en Cádiz.
31 de marzo en el barrio del Gamonal.


Conforme se aproximen las fechas iré avanzando detalles de todas las presentaciones. Ahí van los de El Cabanyal, el próximo lunes 24:


El Cabanyal emerge como barrio de referencia en la lucha por la defensa de un territorio. Las múltiples acciones vecinales han cuajado en plataformas y actividades simbólicamente memorables, varias de ellas centradas en difundir la mirada del barrio desde el arte. Por eso, la mesa convocada por Voy reunirá a Maribel Domènech, presidenta de Salvem El Cabanyal y profesora de Bellas Artes que abordará el barrio con una óptica tocada por las artes plásticas; Jacobo Julio, uno de los impulsores del Festival Cabanyal íntim, ofrecerá la visión desde las artes escénicas; Pep Martorell, escritor que ha estudiado a fondo el espíritu del lugar donde vive; y Gabi Martínez. Todos expondrán cómo y por qué han decidido defender sus respectivos espacios. Los orígenes, las motivaciones, las consecuencias. 

La presentación en Cádiz la albergará el Salón de Actos El Palillero el día 28, viernes, a las 19. Aquí, compartiré mesa con el cantaor y bailaor flamenco David Palomar, emblemático defensor de los cantes de Cádiz; Juanlu "Cascana", que al frente de los Pimpis impulsa un proyecto para enseñar la ciudad y sus costumbres a los visitantes; y la periodista Elisabeth G. Iborra, que ultima una plataforma para que los ciudadanos puedan financiar investigaciones periodísticas al margen de los medios de comunicación vinculados a grupos empresariales.





Y ahora, la invitación:
Si tienes un proyecto que estás defendiendo activamente y quieres que lo compartamos, y lo difundamos, puedes escribir a este blog o a la siguiente dirección de correo: gabi.martinez@movistar.es



Espero que algo de esto te haya interesado.

En cualquier caso, vamos allá.   

Ánima



Ánima; Wajdi Mouawad; Destino; 448 pág.

Durante una charla del pasado otoño alguien aludió a un libro narrado por un coro de animales que próximamente se iba a publicar en España. ¿Cómo que un coro de animales? Parece que va de un crimen, respondió el informado. Matan a una mujer y su marido intenta encontrar al asesino, solo que la búsqueda está narrada por los distintos animales con los que el hombre se va cruzando. Ya no saben qué inventar, dijo alguien. Pues ha funcionado bien en varios países. ¿Animales habladores? Venga ya. Entonces, uno soltó una burrada que otro perfeccionó, y Ánima -aunque aún nadie sabía su título- fue una novela escarniada desde nuestra ignorancia.
Cuando Destino anunció su inminente publicación, reconocí enseguida el libro y me hice con un ejemplar, por curiosidad ante el atrevimiento y porque para entonces ya sabía que su autor era Wajdi Mouawad, que había firmado la impresionante Incendies.
Hay un tono, una pátina, un peso, que eleva unos libros por encima de los demás, y no hacen falta ni tres páginas para distinguir la calidad de un narrador, adopte la voz de gato, pájaro u hombre. Es el caso de esta Ánima en la que Mouawad recurre a una fiereza de ecos bíblicos para contar una de las historias más bestialmente lúcidas de los últimos tiempos. Cruda y clara como la vida salvaje, aunque incidiendo en lo más espantoso de ésta. Una historia que trasciende la abrumadora violencia física penetrando en simas de un horror moral que a menudo parece increíble aunque sabemos -¡sabemos!- que resulta mucho más común de lo que pretendemos. Porque lo que hace Mouawad es dirigir a su protagonista hacia un lugar temible desde donde da un paso al interior de una de esas matanzas sobre las que cotidianamente se nos informa para ofrecernos sus consecuencias del modo más original y dañino.
Los informadores de esta novela son, ya está dicho, animales. Perros, mariposas, caballos, pájaros, moscas... cada uno desde su percepción, nos describe los actos, diálogos y, sobre todo, el estado anímico de un hombre destrozado que necesita dar con el brutal asesino de su mujer, aunque su deseo no es vengarse. A través del sudor, del olor, la respiración, a través del sabor de la sangre o de su contrastado sexto sentido, los animales nos permiten acceder a la demoledora batalla emocional que lidia el protagonista Wahhch Debech. Un hombre obsesionado por hallar a otro hombre.
El coro de bestias permite ofrecer una mirada tan insólita como magistral sobre los humanos, cuya naturaleza en general corrupta -sofisticada en cualquier caso- contrasta lamentablemente con la pureza básica de sus observadores. Y es el ejercicio de apoyarse en miradas simples y limpias de perversiones, lo que concede a Mouawad la posibilidad de investir al texto de una gravedad y una poesía inusuales y del todo consecuentes.
Mouawad practica una lírica del desgarro que conduce a extremos de escalofrío, con escenas de una violencia diferente, por su originalidad y por la carga moral que contienen. El libanés está tocado por la gracia de lo elemental siendo capaz de literaturizar lo más básico. Es un poeta, en fin, y la concentración de su prosa da lugar a capítulos en general breves pero cargados de sugerencias y sucesos que siempre inquietan, estimulan, aturden, desbordando con su palpitante verdad.
Además, Mouawad maneja el suspense con estupenda destreza, dando dos inesperados giros de tuerca a una narración que pasará de mostrar los conflictos internos en las reservas de indios mohawk de Canadá a analizar las masacres de Sabra y Chatila, claves para entender fundamentalmente a Wahhch Debech, cuyo desaliento alcanza proporciones míticas. Mouwad lo apuesta todo a una visión pavorosa de la humanidad, señalando a los animales, a la naturaleza, como fuerza redentora que aún, de vez en cuando, es capaz de impartir algún tipo de justicia.
De todas formas, sobre todo en los dos últimos capítulos, el autor extrema demasiado algunas situaciones, está demasiado absorto en reflejar el mal por el mal, el odio, no deja prácticamente nada intocado, busca violencia por todas partes, satura, asfixia, y aunque esa sea su intención, por momentos adquiere cierto aire exagerado que le resta verosimilitud. Esto ocurre, es curioso, cuando Mouawad despide al coro de animales y se centra en dos narradores: un perro descomunal y, sobre todo, cuando habla el coroner -o sea, un humano- que ha seguido desde el principio el caso de la mujer muerta. El horror de los hombres y la justicia animal contrastan aquí de tal modo que se tiene una impresión de fábula.

Al margen de este matiz, el libro es un canto impresionante a las atrocidades de las que somos capaces los hombres, a nuestra incapacidad para entendernos y nuestra tendencia casi natural a sembrar el terror. Varias de las lapidarias -y magníficas- sentencias que se vierten en el libro apuntan a esa inclinación inexorable del ser humano. A nuestro abisal deseo de matar, cualquier día, con o sin motivo, para expiar penas, lastres, para sentirnos diferentes, imperiosos. Matar. Someter. Dañar. La resignación ante esta evidencia histórica, la imposibilidad de detener la violencia, es el motor de un libro deslumbrante por su implacable forma de mostrarnos lo peor de nuestra condición.