Albert Padrol se aparta un poco
Albert Padrol, uno de los fundadores de Altaïr, acaba de anunciar su retirada del ojo público con el texto que aquí adjunto. Ante la impresionante labor que ha realizado, mi agradecimiento y admiración. Muchas partes de "él" forman ahora parte de mi casa y mi pensamiento.
Gracias, Albert.
Me jubilo
"Era 1975 y veníamos de París, donde el avión que nos traía de vuelta de Yemen había aterrizado. Era 1977 y veníamos de París, donde el avión que nos traía de vuelta de Colombia había aterrizado.
Era ... Era obligada en París la visita a la Librairie Ulysse, rue Saint -Louis -en- l'Ile, nada lejos de Notre Dame. Fue la primera librería de viajes, fundada por Catherine Domain en 1971.
La madre de todas las librerías de viaje, aún activa.
Y Teresa Dieste -mi mujer- comentaba cada vez ¿por qué no abrimos algo parecido en Barcelona ?
Una idea audaz como ésta requería un cómplice atrevido y entusiasta. A Pep Bernadas, amigo de la universidad, le pareció una propuesta prometedora. Y abrimos Altaïr en 1979. Con la ayuda desinteresada de nuestros amigos.
¿Por qué Altaïr? Era el nombre del barco somalí de Henry de Monfreid, escritor, aventurero, del que leía las peripecias en mi adolescencia francesa.
Hasta ahora. Han pasado 35 años, plenos de vivencias gratificantes, de encuentros, de experiencias y reconocimientos que nunca habría podido tener sin este espacio excepcional que poco a poco adoptó la forma de nuestros intereses, de nuestras aficiones. Encuentros excepcionales: Dalrymple, Maillart, Lewis, Matthiessen*, y muchos otros.
Me jubilo porque quiero viajar de nuevo sin fecha de retorno, y volver a la montaña, y a los libros, exclusivamente a los libros, y a la fotografía ... Y porque no querría decir lo mismo dentro de cinco años, cuando tuviera setenta.
¡Mil gracias a todos los que me habéis acompañado en esta travesía increíble...y hasta siempre!
*Peter Matthiessen falleció ayer. Años atrás tuve la buena fortuna de conocerle.
Larga vida a Mathiessen
Ha muerto Peter Mathiessen, uno de los grandes. Ha sido el único escritor que ha ganado el National Book Award en no ficción (El leopardo de las nieves) y ficción (País de sombras), obras maestras que demuestran a qué lugares tan distintos te pueden llevar los libros de viajes. Ha fallecido tres días antes de que se publicara su último libro, En el paraíso. Hoy recupero el texto que escribí hace algún tiempo, tras la lectura de su deslumbrante País de sombras. Con todo el cariño. Larga vida a Mathiessen.
Os diré de dónde
Tras la publicación de País de sombras, en España ha podido leerse y escucharse que nada en la trayectoria de Peter Mathiessen hacía prever que fuera capaz de una obra tan magnífica. Algunos se preguntan de dónde habrá salido semejante inspiración. Para los que sigan a Mathiessen –tanto por sus libros de viajes como de ficción- y conozcan a otros grandes novelistas que también fueron viajeros –Stevenson, Mark Twain, Melville, Steinbeck, Stendhal, Conrad...-, esta pregunta sonará extraña. De todas formas, es lógico que aquí muchos esperen poco de algunos autores extraordinarios que permanecen semienterrados a causa del género que trabajan, sometidos (antes) al Reinado de la Novela Histórica o (ahora) al Imperio de la Negra. La de viajes, como la vinculada al periodismo, son literaturas con dificultades en este país. La semilla de ambas está en la crónica, un ejercicio que exige algún dinero y tiempo para moverse e investigar; además de cierta libertad de expresión no siempre acorde con los intereses empresariales de los media. El estado de nuestra crónica confirma que la combinación Dinero + Tiempo + Libertad no atraviesa su mejor momento. Y con una semilla marchita se antoja iluso esperar frutos apetecibles.
Juan José Millás, uno de los escasos referentes de periodismo literario autóctono, me dijo este verano: “En España no hay gente de mi edad haciendo reportaje. Al menos yo no conozco a nadie. Aquí se considera que es un género de juventud y esto hace que un tipo de 60 años que escriba reportajes suene a fracasado cuando resulta que precisamente éste es un género de madurez”. De todas formas, a finales de 2010 hubo señales de que un cambio es posible. Parece evidente que el público está prefiriendo las narraciones de primera mano contadas con calidad y detalle y por eso el presidente de la agencia Efe, Alex Grijelmo, ha indicado que el periodismo escrito sólo podrá resistir los embates de los medios audiovisuales apoyándose en la crónica. Una llamada tardía, pero llamada al fin, que casi coincide con la presentación que tendrá lugar en los próximos meses de una línea de libros de periodismo literario en la que la editorial Alfaguara lleva trabajando tres años. ¿Ha llegado el momento de crear una auténtica cantera? ¿De espolear a nuestros futuros Tom Wolfes y Kapuscinskys?
De todas formas, hablábamos de Mathiessen y del viaje, esa Madre de Todas las Crónicas tan incompatible con la medida periodística y en general tan poco defendida y divulgada. Hoy que los países se miden por su capacidad para atraer turistas es normal que varios excelentes libros de viajes, alejados tanto del panfleto promocional como del estridente espectáculo, sean arrinconados o, como mucho, promocionados en función de los halagos que dediquen al territorio descrito. Pero los escritores “de viajes” no abandonan.
Las satisfacciones son demasiado grandes. Cada día en ruta aprenden algún nombre, comprenden in situ la grandeza de dos o diez adjetivos y observan comportamientos de lo más dispares mientras van asimilando recovecos y profundidades nuevas del ser humano y su entorno, siempre atentos a lo minúsculo, al gesto y la diferencia. El viaje. Ése es el lugar de donde viene Mathiessen. Aunque si algo distingue a los viajeros medulares como él es la conquista de una independencia atípica que permite disfrutar de otro ritmo vital, uno que sintetiza todos los ritmos vividos -en África, en los territorios indios o en NY- hasta convertirse en una cadencia de poso universal destilada de las metrópolis pero también de las aldeas y de la gran naturaleza. De ahí viene Mathiessen. De un lugar donde la paciencia parece escrita con palabras tan distintas que ha invertido treinta años en completar esta obra fundamental. Viene de los cayos y los campos que le regalaron formidables cosechas de sustantivos, y de charlar y disputar con extraños. Viene de sentir el desierto y el huracán en la piel y el corazón. ¿Y qué ha traído? Más allá de cosmos nuevos y vanguardias deslumbrantes, en País de sombras el octogenario Mathiessen nos ha mostrado qué significa en esencia viajar al espacio, cualquier espacio, exterior.