Hace unos días coincidí con Luis García Montero en Galicia. Él iba a leer su poesía, y a comentarla
desde la tribuna que le concedía el festival Coruña Mayúscula, pero
antes de aquello recordamos nuestro primer encuentro en Granada,
cuando Luis vivía con su primera mujer y yo acababa de estrenarme como pasajero de avión, ya bien entrado en la veintena.
Habían pasado casi veinte años y cambiado muchas cosas desde entonces, e importantes, pero él seguía siendo poeta. De hecho, era un poeta lo bastante reconocido como para tener a dos periodistas con cámara adosados todo el tiempo porque preparaban un documental a fondo sobre él y llevaban no recuerdo si dijeron meses o incluso algún año siguiéndole adonde se dejara seguir.
Habían pasado casi veinte años y cambiado muchas cosas desde entonces, e importantes, pero él seguía siendo poeta. De hecho, era un poeta lo bastante reconocido como para tener a dos periodistas con cámara adosados todo el tiempo porque preparaban un documental a fondo sobre él y llevaban no recuerdo si dijeron meses o incluso algún año siguiéndole adonde se dejara seguir.
Luis acaba de publicar su tercera
novela, Alguien dice tu nombre, y aunque aún no la he leído
sé que lo haré porque me interesa su ética y su forma de contar.
De hecho, Coruña me dio la oportunidad de escucharle de nuevo
físicamente cerca y, además de hablar de fútbol -también nos une
una jornada de fin de Liga infausta para mi Barça, apoteósica para
su Madrid, y que le dejó sudorosamente derrengado contra un árbol-,
entre vestíbulos, paseos, copas de noche y su intervención, fui
recogiéndole unas perlas que hoy reúno para ofrecer un perfil rudo
basado en sus propias palabras. Ahí va. Con vosotros, un poeta de
verdad:
“La emoción tiene que ver a veces
con el sentimiento de verdad. Para eso hay que ser consciente de que
el arte es un ámbito de hospitalidad”, dice Luis antes de señalar
que las Cartas literarias a una mujer de Gustavo Adolfo
Bécquer forman una parte fundamental de su poética, a la vez que
para escribir de amor recomienda “dejar la cabeza un poco fría.
Hay que tirar de oficio” si no quieres que la pasión te desvíe de
la palabra o la frase más precisas.
Luis cita a otros de sus imperdibles,
como Alberti o Blas de Otero, al que matiza su famosa sentencia “la
poesía es un arma cargada de futuro” porque, dice Luis,
“identificar la poesía con un arma me da miedo, aunque creo que la
poesía sí interviene en la realidad. Y está comprometida para
hablar de amor o de una huelga general. Los poetas hacen una labor a
largo plazo. Ese poeta que yo soy no sería así si no hubiera leído
a Neruda, Vallejo... aunque un informativo bien manipulado cree más
corriente de opinión que cualquier libro de poemas.
Pero me parece importante insistir en
lo profundo de nuestro trabajo a largo plazo, en la transmisión de
las ideas de conciencia a conciencia”.
Tiempo atrás hubo una encarnizada
polémica que dividió a los poetas españoles. A los más apegados
al día a día se los llamó “de la experiencia” y los que
apostaban por una fantasía menos realista fueron distinguidos como
“de la diferencia”. Con distancia podría parecer casi broma pero
fue una contienda ardua y visceral que dejó muchos rencores
enquistados y palabras peor que feas en el aire. Debatiendo sobre
sociedad, política y formas de abordar versos, los implicados se
preguntaron por el sentido de los mismos.
En Coruña, Luis volvió a enfocar
aquel tema: “Si la poesía se escribe para otros poetas, si se
confunde calidad con dificultad, si se olvida que el poeta es un
ciudadano y a uno le da por disfrazarse de profeta, la poesía deja
de tener sentido.
Pero creo que en poesía se ha
mantenido el compromiso ético. Y, además, la situación que vivimos
está haciendo que la literatura vuelva a acercarse a la sociedad. Me
parece otra buena noticia”.
Alguien preguntó por los restos de
Antonio Machado. “Soy partidario de que vuelvan a España. Siento
antipatía por esa zona del sur de Francia que se llenó de campos de
concentración. Los franceses no se portaron bien y me gustaría ver
el retorno de Machado. Pero no a Sevilla. Él no se identificaba con
Sevilla. Me gustaría que lo enterraran en el cementerio civil de
Madrid, junto a los grandes líderes”.
Luego, Luis recuerda un viaje de
homenaje a Machado a Colliure al que también fue Ángel González,
otro de los poetas que admira. Y vuelve a leer: “Las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice”. “Hay que ponerse en
duda a uno mismo”. Buen gancho para abordar el papel del pensador:
“Tanto la labor intelectual como la del artista es inseparable de
la conciencia crítica. La educación artística y la actitud
literaria tienen como base la capacidad de imaginar que te ayuda a
ponerte en el lugar del otro y buscar alternativas.
La conciencia crítica debe defender la
cultura como una parte de la educación. Se está derivando todo
hacia el entretenimiento, que a veces es muy zafio. Me gusta pensar
como nos enseñó Camus: que el tiempo de ocio sea digno. Se trata de
combatir la zafiedad y el populismo”.
Por eso se muestra preocupado por el
desprestigio creciente de las humanidades y alude al libro de una
pedagoga que ha estudiado esa coyuntura, vinculándola al problema
económico. Según la investigadora, en el tiempo que vivimos tener
éxito equivale a poseer un trabajo que permita acumular dinero. Si
no, eres un fracasado. “Para hacer frente a eso -dice Luis-, la
pedagoga defendía la enseñanza de la literatura como manera de
educar la sensibilidad de la gente. Entre otras cosas porque la
imaginación resulta imprescindible para entender el dolor de los
demás”.
Eso sí, aun entendiendo que “las
humanidades son una parte decisiva de la cultura democrática”, no
propone que éstas disputen espacio a la ciencia. Más bien considera
“tonta” esa competencia y asegura que “los humanistas muchas
veces hemos metido la pata intentando disfrazar nuestro discurso de
un halo científico. Es un error, porque cuando olvidamos la raíz de
la mirada humanista no solo traicionamos nuestra formación sino que
hacemos que se olvide la poesía de su trabajo”.
En Coruña hablamos de más cosas,
claro, pero éstas son algunas.
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